viernes, 18 de octubre de 2013

Día 291 - Condena de favores

Hoy me desperté cantando “Me río de tí”, de Gloria Trevi. A primera hora la pasé a buscar a la falsa Lucrecia y fuimos al gimnasio, donde tendríamos nuestro último entrenamiento antes de la pelea. Físicamente, estaba bien, pero todavía no habíamos podido trabajar la estrategia porque la juventud era la única característica de nuestra rival que conocíamos. Por lo menos teníamos a la persona indicada haciendo las averiguaciones necesarias. En cualquier momento llegaría para reportarnos las novedades, por lo que, con la intención de matar un poco el tiempo, la falsa Lucrecia se puso a saltar la soga.
―Despacio ―le dije―, con calma, mirá que tenés que dar el peso. En lugar de saltar la soga, andá a comprar media docena de medialunas, que debés estar como doscientos gramos debajo de la categoría.

Moviéndose sobre el cuadrilátero, Vicky hacía guantes con uno de los boxeadores que entrenaban en el gimnasio mientras Arnoldo Jorge Negri, pobre iluso, trataba de corregirle defectos. No era un experto en el tema, ni mucho menos, y su incompetencia iba a poner en riesgo la integridad de mi amada. ¿Cómo no se daba cuenta de que Vicky estaba abriendo demasiado la guardia o de que cada vez que tiraba un gancho con la derecha exponía la mandíbula peligrosamente? Iba a acercarme a Arnoldo con la intención de alertarlo sobre estos detalles, pero en ese momento Luis Miguel ingresó al gimnasio.
―¿Qué sabemos de la contrincante de Lucrecia? ―le pregunté sin preámbulos.
―Elsa Nora “Cantimplora” Godoy ―me dijo―, veintitrés años, dos peleas en su historial, misma cantidad de victorias, ambas por decisión unánime. Peleadora consistente, sin ningún golpe que se destaque por sobre los demás. Sus puntos fuertes son la resistencia y la velocidad. Es hija de Leopoldo “Caramañola” Godoy, un discreto manager pugilístico conocido en el ambiente por su costumbre de “adornar” a los jueces. Esta fama ha llevado a que se comente que contra Cantimplora o se gana por nocaut o se pierde por puntos. No hay otra alternativa.
―Perfecto. Muchas gracias, Luis Miguel. Lo tuyo, como siempre, impecable.
―Muchas gracias las pelotas ―me dijo―. Habíamos quedado en que mi paga iba a ser una salida con Lucrecia. Así que decile que se prepare, que la paso a buscar a eso de las diez.
―Pero, ¿vos te volviste loco? Pelea mañana a las tres de la tarde. ¿Cómo pretendés que salga de joda la noche anterior a una pelea tan importante?
―Pero si hasta hace dos minutos no sabían ni contra quién peleaba. Además, un trato es un trato. Dale, decile que esté lista a esa hora.
―Mirá, yo no te firmé nada. Además, te aclaré que no soy un tratante de albinas. Si querés le puedo preguntar, pero no te garantizo nada.
Me acerqué a la falsa Lucrecia, le hablé acerca de su rival, delineamos las bases de la estrategia y le conté cuáles eran las intenciones de Luis Miguel.
―No me gusta ―me dijo ella―. Demasiado petiso.
Volví hasta donde esperaba Luis Miguel y le comuniqué la negativa de mi pupila.
―Entonces vas a tener que pagarme ―me dijo.
―Yo fui claro. Te dije, antes de que aceptaras el trabajo, que no tengo un peso partido a la mitad.

―Está bien. No te hagás problema ―dijo―, pero sabé una cosa: con este, son dos los favores que me estás debiendo.

2 comentarios:

  1. ¡Uh! Encima exigente con la altura. Esta falsa Lucrecia es un catálogo de inhumanidad.

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    1. Sí, merece ser deportada, pero yo no tengo el valor necesario para denunciarla.
      Saludos!

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