domingo, 22 de septiembre de 2013

Día 265 - Sentía, y todavía siento

Hoy me desperté cantando “Cien días”, de Ismael Serrano. Por ser domingo, mi vieja, que poco a poco quiere ir recuperando las costumbres familiares que nunca respetamos, me invitó a comer con ella, el mimo y mi viejo. No acepté, en parte porque aún me resulta difícil ver a mis viejos juntos, pero principalmente porque temía que el menú fuera arroz con salsa rosa. Mañana comenzará la segunda semana de mi retiro espiritual y allí me sobrarían ocasiones para alimentarme con granos.
Pensé, entonces, en almorzar con mi primo Luján, de Luján, y con Samuel, pero se fueron muy temprano a la mañana a Luján en un viaje de mochileros y me dijeron que pasarían algunas noches ahí, por lo que mis compromisos me impidieron acompañarlos. A veces siento que no quieren pasar mucho tiempo conmigo.

Como tercera opción, aunque me recordaban a Vicky y me llenaban la ropa de humo y el corazón de nostalgia, decidía ir a comer un sándwich de bondiola a uno de los puestitos de la costanera. En el camino caí en la cuenta de que tan solo cien días me separan de la tan temida crisis de los treinta. Mis avances para contrarrestarla son innegables. Hice amigos, tuve relativo éxito en un gran número de proyectos, me puse de novio, reencontré a mi viejo… Sin embargo, sentía una opresión en el pecho y un nudo en la garganta. Mucho tenía que ver el hecho de que, con el objetivo de ahorrarme unos pesos, no había comprado bebida y estaba comiendo el sándwich de bondiola sin nada que me ayudara a bajarlo. De todos modos, la molestia que estaba sufriendo era más profunda que un buen pedazo de bondiola atascado en el esófago. Sentía, y todavía siento, que no había hecho nada lo suficientemente significativo como para desactivar la crisis. Sentía, y todavía siento, que había hecho todo lo posible para perder al amor de mi vida. Sentía, y todavía siento, que todos los proyectos acometidos se habían quedado en buenas ideas que nunca había consumado. Sentía, y todavía siento, que todos mis compinches y amigos eran hijos de las circunstancias; que no había entablado ninguna relación perdurable. Sentía, y todavía siento, que el mundo tenía que ofrecerme algo más que este discurrir insignificante en el que había dejado que mi vida se convirtiera. Sentía, y todavía siento, que rodaba barranca abajo con destino franco hacia una crisis insuperable. Sentía, y todavía siento.
Sólo espero que los cinco Mandamientos que aún no me transmitió mi viejo me sirvan para resolver este conflicto. No me sobran ni el tiempo ni las esperanzas, pero no me queda más remedio que aferrarme a lo poco que tengo.

Me da escalofríos saber que mañana faltarán nada más que noventa y nueve días para que la crisis se desate.

2 comentarios:

  1. Sentía y todavía siento...me vi reflejada en un espejo...

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    1. Me alegro, Anó. Es muy feo cuando uno pasa frente a un espejo y no se ve reflejado. Nunca me pasó, pero lo he visto en películas, y los personajes que protagonizan ese tipo de episodios rara vez son felices.
      Saludos!

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