jueves, 1 de agosto de 2013

Día 213 - La botellita

Hoy me desperté cantando “Agosto”, de Héroes del Silencio. ¿Agosto ya? No lo puedo creer. ¡Cómo pasa el tiempo, carajo! Cuando me quiera acordar, estamos en diciembre, Navidad, Año Nuevo y la tan temida crisis de los 30. ¿Qué hice hasta ahora para desactivarla? Nada, absolutamente nada… Bueno, nada no, algunas cosas hice, pero todos fueron o parecen ser proyectos que se diluyen antes de alcanzar un éxito acorde a las expectativas que habían generado. En lo que va del año, perdí mi trabajo, salí primera princesa en un concurso de Colas Reef, formé parte de tres sociedades, dos de las cuales se disolvieron, me mudé dos veces, me puse de novio, quise encontrar a mi padre y perder a mi madre... pero siento que nada de todo eso será relleno suficiente para un vacío de treinta años de vida intrascendente. O al menos eso sentía esta mañana mientras cantaba.

Al concluir la canción sentí la necesidad de reunir a mis socios del proyecto turístico “El Pasea Porros” y comunicarles mi idea de diversificar la actividad de nuestra empresa. Desperté a Vicky llevándole el desayuno a la cama y le pedí que se preparara para acompañarme al conventillo, donde tendríamos una reunión con mi primo Luján, de Luján, el mimo y Samuel. Cincuenta y tres minutos más tarde estacioné la furgonetita frente a la puerta y subimos las escaleras hasta el Centro de Contención y Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos. Sentados en ronda sobre el piso, Pascual, Baldomero, Nando, Samuel y las mujeres de los primeros tres jugaban a “la botellita”. Alguno ponía a girar una botella de agua mineral que tenían en el centro y, una vez que se detenía, aquel al que le apuntaba el pico debía mencionar un sentimiento, y aquel al que le apuntara el culo de la botella debía mencionar una especie animal.
Tras el primer impulso que presenciamos, la botella se detuvo con el pico apuntando a Samuel y el culo señalando a la mujer de Baldomero. Tras pensar unos segundos, él dijo “melancolía” y, de inmediato, ella completó la serie diciendo “ornitorrinco”. Vicky y yo nos miramos desconcertados. No le encontrábamos sentido a un juego tan absurdo como ese. Luego de cinco series en las que no sucedió nada digno de ser mencionado, Pascual puso a girar la botella, que se detendría unos segundos después señalando a Nando y a Baldomero. “Amor” dijo el primero, “oso” agregó el segundo, y en seguida todos repitieron la serie gritando al unísono: “amor-oso, amor-oso, amor-oso”.
¿Por qué se comportaban de manera tan extraña? ¿Tendría algo que ver con Daniel Amoroso? No podía asegurarlo, pero por las dudas corrí escaleras abajo en busca de Héctor “Bicicleta” Perales. Lo encontré tomando mates con La Mole Moni y Luján en la cocina y le pregunté si a los Pelotudos les había sucedido algo que él considerara inusual.
—No, no que yo sepa —me dijo y dio un sorbo interminable—. Estuvieron viendo películas, nada más.

Porque estuvo en la inauguración del Centro, Sabía que Bicicleta conocía muy bien a Daniel Amoroso e imaginé lo peor: que quizá habían llegado a un acuerdo para convertir nuestro Centro de Contención y Reinserción en uno de lavado de cerebros, pero no quise decir nada, porque acusarlo sin pruebas habría provocado una nueva ruptura en nuestra relación. Mejor será vigilarlos de cerca y esperar hasta el lunes, día en el que Catalina verá a los Pelotudos por primera vez y podrá decirme si están siendo sometidos a algún tipo de mecanismo de persuasión.

2 comentarios:

  1. Don Natalio, me parece que estás en buen camino para desactivar la crisis de los 30. Los exitos en sí mismo no resuelven las crisis. Pero hacer cosas, aunque no vayan del todo como uno cree, sí.
    Es lo que me parece a mí, que ya pasé la crisis de los 40 también.

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    1. Muchas gracias por tus palabras, Fernando. Me llenan de energía para lo que queda del año.
      Saludos!

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