lunes, 27 de mayo de 2013

Día 147 - Edipo Grey

Hoy me desperté cantando “Mi novia se me está poniendo vieja”, de Ricardo Arjona. No lo pude tolerar. Salí de la cama y, sin golpear la puerta, entré al baño y vomité el choripán que había comido ayer en un carrito de la costanera. Los sonidos guturales despertaron al mimo, que se levantó de la bañera y salió del baño horrorizado. Horrorizado tendría que estar yo, que el día anterior lo había visto entrar a la casa de mi vieja. Me pregunto si no será él el tercer lado del triángulo que hizo que mi padre nos abandonara y siento deseos de ir y acogotarlo, pero no es conveniente que lo haga sin antes tener pruebas, porque me va a gesticular que él y mi madre son nada más que muy buenos amigos y no voy a saber qué contestarle.

Cuatro veces al día, durante cinco minutos, levantamos la persiana americana y permitimos que Samuel observe el afiche de Daniel Amoroso. A veces me siento a su lado y lo observo junto a él. ¡Qué amoroso que es Daniel Amoroso! Verlo me calma los nervios y me tranquiliza respecto a mi caótica vida, que parece más organizada cuando la proyecto en el reflejo de sus ojos de papel.
Anoche Vicky y yo hicimos la primera recorrida en busca de los Pelotudos que deambulan por las calles de la ciudad. Fuimos a la fuente: recorrimos las zonas aledañas a uno de los afiches de Daniel Amoroso. En una esquina nos topamos con una mujer que, a pesar de que no estaba lloviendo, llevaba un paraguas abierto en una de sus manos. Estacionamos cerca de donde estaba y, sin necesidad de que la llamáramos, se acercó a la furgonetita. Vicky bajó el vidrio.
—¿Por qué andás con un paraguas abierto? —le preguntó Vicky luego de saludarla.
—Porque no puedo cerrarlo —le respondió la mujer—. Desde la última tormenta no volví a entrar a mi casa, porque tengo un problema que me impide cerrar los paraguas y todo el mundo sabe que tener uno abierto en un lugar cerrado trae años y años de mala suerte.
—¿Y por qué no tirás el paraguas a la mierda? —le pregunté.
La mujer me miró como si le hubiera planteado algo absurdo o imposible. Evidentemente, el suyo era un Problema Pelotudo.
—Ahora ya no hay nadie que me ayude —dijo lamentándose.
Vicky bajó de la furgonetita para consolarla y, antes de volver a subir, le entregó un volante y la invitó a asistir a la primera sesión del Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos (GCREAGAGPP); una iniciativa ideada por Vicky y por mí cuyo primer encuentro tendrá lugar el miércoles a las diez de la noche.

Entretanto, tendré que organizar mis tiempos para, además de ayudar a los Pelotudos, volver a ocuparme de mis asuntos personales: el proyecto turístico “El Pasea Porros” y los entrenamientos de Vicky. Eso sin mencionar que debo reunir pruebas acerca de la relación que mantienen, o alguna vez mantuvieron, mi madre y el mimo de Plaza Francia. Sí, las obligaciones me agobian… Necesito calmarme, sentarme junto a Samuel durante cinco minutos.

2 comentarios:

  1. Don Natalio, dos cosas:
    Hay un artículo en mi blog acerca de la muerte súbia de los paraguas que recomiendo que leas.

    Luego, para evitar estos exabruptos estomacales, recomiendo la bondiola antes que el choripan.

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    1. Lo leí. Muy bueno. Dejo el link. http://cosasquepasan-feber.blogspot.com.ar/2013/05/guarda-chuva.html#more
      En mi opinión ya es tiempo de que la humanidad supere algunos inventos, entre los que se destaca el paraguas.
      En relación a mi malestar estomacal, pensé en elegir la bondiola, pero como el plan original consistía en comer en la casa de mi madre, andaba con poco dinero encima y, aunque más nocivo, el chori es más barato.
      Saludos!

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