domingo, 26 de mayo de 2013

Día 146 - Los carritos de la costanera

Hoy me desperté cantando “Non voglio mica la luna”, de Fiordaliso. Después de desayunar, el mimo le hizo una pregunta a mi primo Luján, de Luján, en lenguaje de señas.
—No, hoy no voy a poder acompañarte. Me quedo a cuidar a Samuel, que no puede estar solo —le respondió Luján, por lo que presumo que le habrá preguntado si iba a acompañarlo a Plaza Francia.
Una hora antes del mediodía, el mimo nos saludó desde la puerta y se fue. Yo estaba harto de estar encerrado con Samuel, que no hacía más que quejarse como un nene caprichoso y, acercándose al afiche, intentaba correr la persiana y espiar el rostro de Daniel Amoroso. Su rehabilitación iba a ser lenta y yo necesitaba descansar, estar con Vicky y también refugiarme en los afectos de siempre. Había decidido pasar a buscar a Vicky e ir con ella a almorzar a la casa de mi madre. Para evitar que mi vieja le regalara un perro —que es lo que hacía con cada persona que significaba algo para mí—, no le avisé que iríamos y preferí caer de sorpresa. A Vicky tampoco le dije adónde la estaba llevando. Le prometí que sería una sorpresa (no necesariamente grata). Estaba seguro de que nada bueno resultaría de que mi madre y mi amada se conocieran, pero si pretendo que sea la mujer que me acompañe por el resto de mi vida, en algún momento tendrán que conocerse y cuanto antes suceda, mejor.

Estacioné en la esquina de la casa de Vicky y esperé unos minutos a que saliera. Estaba hermosa: usaba un vestido verde que le cubría las piernas hasta las rodillas y una camperita azul. En el camino me preguntó varias veces acerca del lugar al que la estaba llevando, pero no le dije nada. Le pedí que tuviera paciencia, que ya se enteraría. Yo estaba muy nervioso, las manos me traspiraban. Varias veces pensé en la posibilidad de cambiar los planes y llevarla a otra parte. Temía que mi madre nos recibiera en ropa interior o que directamente no quisiera recibirnos, pero, aunque sabía que no lo estaba haciendo, me dije que estaba exagerando, que ella no era tan mala y tantas otras mentiras con las que me consolaba cada vez que los nervios me condicionaban al punto de no dejarme pensar con claridad.
Doblamos en la esquina de la casa de mi vieja y Vicky se sobresaltó como si hubiera visto a alguien conocido.
—¿Ese no es el mimo? —me preguntó mientras bajaba la ventanilla.
Efectivamente, el mimo caminaba unos metros por delante de nosotros. Vicky había bajado la ventanilla para llamar su atención, pero antes de que pudiera gritar le cubrí la boca con una de mis manos.
—Shhhh. ¡Pará, pará! Vamos a ver adónde está yendo —le dije.
Para que no nos oyera, apagué el motor de la furgonetita y dejé que la inercia y el declive de la calle nos llevaran. Tal como me temía, el mimo tocó timbre en la casa de mi madre. Pasamos frente a ellos justo cuando mi madre abría la puerta. El mimo no nos vio porque estaba de espaldas y yo me agaché para que mi vieja no me reconociera.
¿Qué hacía ese turro visitando a mi madre un domingo al mediodía? Si valora su vida, tendrá que darme una buena explicación cuando regrese al monoambiente.
—¡Qué linda novia tiene el mimo! —dijo Vicky.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo sabés que era la novia? —le pregunté.
—¡Qué sé yo! Me dio esa impresión… Dale, decime, ¿adónde me estás llevando?

La repentina aparición del mimo había arruinado mis planes. No me atreví a confesarle a Vicky que la mujer que había abierto la puerta era mi madre, menos me atrevería a bajar y compartir el almuerzo con el mimo, mi amada y mi madre. No. Para salir del apuro recurrí a lo seguro y la llevé al sitio más romántico de la ciudad: fuimos a comer un choripán en los carritos de la costanera.

4 comentarios:

  1. Bueno, por lo menos podés contarle a Vicky la historia de la fuente de Las Nereidas, construída por la gran artísta Lola Mora.

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    1. Tendría que pedirle letra a Samuel, que es nuestro guía turístico.
      Saludos!

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    2. Si, es una excelente idea! Samuel puede hablar un buen rato de este monumento, fuente, nereidas, caballos, Lola Mora, Costanera Sur, Carritos, bondiola, marmol, agua... bueno, ninguna "pe"
      (Ojo, no le digas que es para hablar con Vicky, porque por ahí se hace el pelotudo y no te tira ninguna data)

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    3. Muchas gracias, Fernando. Tendré en cuenta el consejo.
      Saludos!

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