domingo, 24 de marzo de 2013

Día 83 - La gota que rebalsó el vaso


Hoy me desperté cantando “Papá cuéntame otra vez”, de Ismael Serrano. Me hubiera gustado volver a Plaza Francia y dedicar el domingo a buscar al mimo que ayer divirtió a la multitud burlándose de mí —todavía me pregunto si será mi padre—, pero un hombre debe primero cubrir las necesidades básicas y para eso debe ganar dinero y para eso debe trabajar. Movido por el compromiso asumido, me afeité, me bañé, me puse las calzas azules ceñidas y la remera blanca ajustada que componen mi uniforme, desayuné y, andando con tristeza, caminé hasta la estación de GNC en la que trabajo como playero los domingos y feriados. Era tan profundo mi decaimiento, que ni los piropos de los transeúntes consiguieron levantarme el ánimo. Por suerte en la estación me esperaban mis compañeras de trabajo, quienes notaron de inmediato que algo me sucedía y me recibieron con mucha consideración y afecto.

Tal como habíamos acordado el último domingo, trabajamos en equipo. Ellas se encargaban de la parte operativa y yo dialogaba con los clientes, que en su mayoría acudían a la estación para ver mi culo femenino y perfecto. Después del mediodía nos tomamos un descanso para almorzar. La fila de clientes se extendía por más de cinco cuadras, pero de todos modos debíamos descansar. A los quince minutos, el encargado se acercó a nuestra mesa y, desbordado por los nervios, nos pidió que volviéramos a ocupar nuestros puestos tan pronto como pudiéramos.
—¿Por qué no se turnan para comer? —nos preguntó.
—No tiene sentido —le dijo una de mis compañeras—. Solamente acceden a ser atendidos si Natalio está ahí. Es mejor que comamos todos al mismo tiempo así después podemos ayudarlo.
—Bueno, pero apúrense, ¡por favor!
No dije nada porque le había dado un mordisco demasiado grande a mi sándwich de salchichón primavera y tenía la boca ocupada, pero el reclamo del encargado me pareció inhumano. Trabajamos en negro, doce horas por día y encima pretende que nos apuremos cuando nos tomamos media hora para almorzar. Terminamos de comer sin perder el tiempo, sin apurarnos tampoco, y regresamos a nuestros puestos. Cerca del final de la jornada, cuando ya habíamos atendido a la mayor parte de los clientes y la fila no superaba los tres autos, una de mis compañeras, la que es madre de cuatro hijos, nos avisó que iría a hablar con el encargado. Iba a pedirle no trabajar el fin de semana de pascua, porque tenía pensado aprovechar la cadena de feriados para visitar, junto a su marido y sus hijos, la casa de sus padres. Regresó llorando y nos contó que el muy turró le había dicho que sí, que se tomara ese fin de semana y todos los que seguían por los próximos veinte años, porque si el jueves a primera hora no estaba ahí, debía considerarse despedida.
Esa fue la gota que rebalsó el vaso. La situación me indignó, pero justo cuando iba a ir a gritarle a ese sujeto unas cuantas verdades, llegó a la estación un cliente que manejaba una furgonetita Volkswagen pintada de verde y blanco que me pareció ideal para mi proyecto turístico “El Pasea Porros”. Me acerqué, lo saludé, caminé alrededor de la furgonetita presintiendo que estaría mirándome el culo a través del espejo retrovisor, me asomé por la ventanilla del acompañante y le pregunté si el vehículo estaba en venta. Me dijo que sí. Le pregunté el precio y su respuesta fue sumamente razonable. Prometió regresar en cuatro o cinco días. Desde el próximo jueves y hasta el martes siguiente, trabajaré todos los días a excepción del sábado. Si las propinas se asemejan a las de hoy, la tercera parte que me corresponde alcanzará para pagar la quinta parte de esa furgonetita. Del resto se encargarían mis cuatro socios.
Con la ilusión renovada, regresé al conventillo, caminando por las mismas calles que doce horas antes habían sido testigos de mi tristeza.

2 comentarios:

  1. Con un cuarto de la voluntad que tenía hace media hora, te diré que el trío en la estación de GNC es de primera, y tal vez mañana te levantes cantando algo de camilo sexto.

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    1. Muchas gracias, Fernando, por tu apoyo fraccionario.
      Saludos!

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