domingo, 31 de marzo de 2013

Día 90 - Un beso y a la lona

Hoy me desperté cantando “Celebra la vida”, de Axel. Sin importar lo que el dj en mi cabeza haga para fastidiarme, no va a conseguirlo. Anoche todos los que pagaron la entrada para acceder al gran evento presenciaron una pelea inolvidable. El combate tuvo lugar en la terraza del conventillo, que había sido acondicionada para la ocasión. En el centro, Héctor “Bicicleta” Perales había hecho emplazar un cuadrilátero y lo había rodeado de sillas de plástico. Ante un público multitudinario de veintiocho personas, Vicky hizo su entrada. Yo ingresé detrás de ella, cuidándole la espalda, tal como corresponde a un buen entrenador. Si bien llevo varios días en el conventillo, fuimos recibidos como visitantes, porque nuestra rival era una de las inquilinas más queridas y antiguas. La silbatina que nos regalaron fue ensordecedora y hasta nos arrojaron algún vaso de plástico, un pan de manteca, tres o cuatro tomates, una cebolla y un saché de leche a medio tomar. Al parecer, los muy turros habían descubierto el escondite en el que yo guardaba mi comida.

sábado, 30 de marzo de 2013

Día 89 - La primera caída


Hoy me desperté cantando “Qué ganas de no verte nunca más”, de Valeria Lynch. Cómo grita esa mujer. Por culpa suya quedé disfónico. En menos de dos horas comienza la pelea de Vicky contra “La Mole Moni” y no sé cómo me las voy a arreglar para gritarle indicaciones desde el rincón cuando me cuesta hablar. Lo que más me preocupa es que tampoco ella llegará a la pelea en las mejores condiciones.
Esta mañana la invité a que pasáramos la tarde en Plaza Francia para hacer un último repaso de la estrategia de pelea. Yo aprovecharía para ver si volvía a toparme con el mimo del que sospechaba que era mi padre.

viernes, 29 de marzo de 2013

Día 88 - Don Segundo Sombra


Hoy me desperté cantando “Sin pena ni gloria”, de No te va a gustar. A las ocho de la mañana ya estaba en la estación de GNC para afrontar una nueva jornada laboral. Habían transcurrido menos de ocho horas desde que me había ido de ahí y, con el objetivo de sumar unos minutos de sueño, no me había bañado ni me había afeitado. Al verme llegar, desaliñado, barbudo y roñoso, el encargado me mandó de regreso al conventillo.
—Andá, date una ducha, aféitate y volvé —me dijo—. Así vas a espantar a todos los clientes.
La puta que lo parió. Este tipo está colmándome la paciencia. Mientras me duchaba, consideré la opción de rebelarme y no volver, pero no estaba en condiciones de darme ese lujo, menos ahora que estaba tan cerca de comprar la quinta parte de una furgonetita Volkswagen.
Cuando llegué a la estación, el encargado me recibió con el anuncio de que un sujeto había preguntado por mí y había dicho que regresaría otro día.

jueves, 28 de marzo de 2013

Día 87 - Los hijos de Onán

Hoy me desperté cantando “La marcha de la bronca”, de Pedro y Pablo. Bronca es lo que siento en este momento. Antes de las ocho de la mañana ya estaba bañado y afeitado, y caminaba rumbo a la estación de GNC en la que trabajo los domingos y los feriados. Llegué y el encargado nos reunió a mí y a mis dos compañeras para anunciarnos las que según su parecer eran dos grandes noticias.
—En primer lugar —nos dijo—, les voy a hacer entrega de los nuevos uniformes.
Tras hacer el anuncio, hizo una pausa. No sé si esperaba que tiráramos cañitas voladoras o que hiciéramos una ola por una novedad para nada beneficiosa.
—Pero eso no es todo. Además —agregó—, van a tener la oportunidad de hacer unas horitas extra.
¿Qué le pasa a este tipo? ¿Se le subió la plata a la cabeza? ¿Lo enloqueció la codicia? Trabajamos doce horas corridas ¿y todavía pretende que hagamos “unas horitas extra”? Después de darnos las dos buenas noticias, fue hasta la piecita en la que suele pasar la mayor parte del tiempo, viendo televisión y tomando mate, y volvió con tres bolsas transparentes dentro de las cuales estaban nuestros nuevos uniformes: una remera amarilla y unas calzas rojas mucho más ceñidas que las azules que teníamos puestas. Es muy incómodo trabajar así, porque son de las que se te meten hasta el fondo del culo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Día 86 - La boca del jilguero

Hoy me desperté cantando “Madness”, de Muse. Había arreglado con Vicky, la loca de los guantes de cocina, para, a primera hora, encontrarnos en la esquina del conventillo e ir a buscar un lugar en el cual pudiéramos continuar con nuestro entrenamiento, porque desde que los secuaces de Héctor “Bicicleta” Perales nos habían espiado, mi gimnasio-dormitorio había dejado de ser un lugar seguro. Mientras esperaba a mi pupila, trataba de pensar adónde la llevaría.
—¿Qué vamos a hacer? —me preguntó al llegar.
—Vení, seguime —le dije y comencé a caminar sin saber adónde estaba yendo.
—Decime adónde vamos —me dijo, algo desconcertada— ¡Ya caminamos como cuarenta cuadras! ¿Por qué no vamos a tu departamento?

martes, 26 de marzo de 2013

Día 85 - Los espías

Hoy me desperté cerca del amanecer cantando “Beds are burning”, de Midnight Oil, y, como si mi colchón estuviera ardiendo en llamas, me levanté de un salto. Lo que me quemaba, en realidad, no era mi colchón, sino mi conciencia, la culpa por haber embarcado a Vicky, la loca de los guantes de cocina, en una pelea de boxeo de la que muy probablemente no saldría ilesa. Ni bien terminé de cantar, la llamé por teléfono y, como de costumbre, atendió su padre. Si bien el moderador del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos había dado muestras de aceptación respecto a mi persona y hasta había anunciado que me llevaría a conocer “El Lugar Especial”, una vez más, por pura precaución, había decidido hacerme pasar por Samuel, el Pelotudo que se niega a pronunciar la letra “p”. No hizo falta. El padre de Vicky estaba tan dormido que le pasó el teléfono sin inquirir mi identidad.

lunes, 25 de marzo de 2013

Día 84 - "La Mole Moni"

Hoy me desperté cantando “Bohemian Rhapsody”, de Queen. De pie en la puerta de mi dormitorio, Héctor “Bicicleta” Perales, quien es el encargado del conventillo y quizá el único habitante de la vivienda que no le teme al demonio cantor que me habría poseído, esperó con respeto durante los seis minutos que dura la canción. Ni bien terminé de cantar, entró y caminó hacia donde yo estaba. Detrás de él caminaba su pupila, la mujer a la que está entrenando para que enfrente a Vicky, la loca de los guantes de cocina, en la pelea de boxeo que tendrá lugar el sábado por la noche. Además de ser inmensa, la contrincante de Vicky es una mujer tímida, porque sin demasiado éxito pretendía ocultarse detrás de Bicicleta. Su cuerpo gigantesco sobresalía por ambos costados.

domingo, 24 de marzo de 2013

Día 83 - La gota que rebalsó el vaso


Hoy me desperté cantando “Papá cuéntame otra vez”, de Ismael Serrano. Me hubiera gustado volver a Plaza Francia y dedicar el domingo a buscar al mimo que ayer divirtió a la multitud burlándose de mí —todavía me pregunto si será mi padre—, pero un hombre debe primero cubrir las necesidades básicas y para eso debe ganar dinero y para eso debe trabajar. Movido por el compromiso asumido, me afeité, me bañé, me puse las calzas azules ceñidas y la remera blanca ajustada que componen mi uniforme, desayuné y, andando con tristeza, caminé hasta la estación de GNC en la que trabajo como playero los domingos y feriados. Era tan profundo mi decaimiento, que ni los piropos de los transeúntes consiguieron levantarme el ánimo. Por suerte en la estación me esperaban mis compañeras de trabajo, quienes notaron de inmediato que algo me sucedía y me recibieron con mucha consideración y afecto.

sábado, 23 de marzo de 2013

Día 82 - ¿Papá, sos vos?


Hoy me desperté cantando “Cobarde”, de Vicentico. Debo reconocer que a lo largo de los veintinueve años que llevo en este mundo me he comportado como un verdadero cobarde, pero ya no. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para desactivar la crisis de los 30 antes de que finalice el año y estoy convencido de que, para lograrlo, será indispensable que sepa qué fue de la vida de mi padre desde que se fue de casa en los albores de mi adolescencia. Mi vieja me dijo que, en tiempos lejanos, se pintaba la cara e iba con un grupo de mimos a desplegar sus habilidades mímicas a Plaza Francia. Es todo lo que sé, así que a eso de las dos de la tarde preparé el equipo de mate y caminé hasta ahí.

viernes, 22 de marzo de 2013

Día 81 - Un país futbolero


Hoy me desperté cantando “La importancia del hombre”, de Cienfuegos. Desde que creen que fui poseído por un demonio cantor, los inquilinos del conventillo no se acercan a mi puerta para oírme cantar. Si me despierto temprano, como hoy, esperan a que me bañe y baje para levantarse, por lo que estoy pudiendo bañarme con agua caliente. Después de desayunar salí caminando tranquilo rumbo a la estación de GNC en la que trabajo domingos y feriados. Allí, a partir del mediodía, tendría lugar una nueva asamblea de socios del proyecto turístico cuyo nombre, “El Pasea Porros”, fue cuestionado por los taxistas con los que me asocié. “Fumata Blanca” quieren ponerle. Será sobre mi cadáver.

jueves, 21 de marzo de 2013

Día 80 - El Lugar Especial


Hoy me desperté cantando "Balada para un loco" de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Anoche, luego de dedicar la tarde entera a delinear la estrategia para la pelea del sábado anterior al domingo de Pascua, caminamos con Vicky, la loca de los guantes de cocina, rumbo a una nueva sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Desde muy temprano comencé a actuar de manera extraña (me comía las uñas, ataba y desataba mis cordones de manera compulsiva), porque, para ganarme la confianza del moderador y desmantelar la secta que se esconde detrás del grupo, necesito que tanto ella como los demás miembros crean que estoy siendo desbordado por mi Problema Pelotudo.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Día 79 - Nuestra primera pelea (el origen)


Hoy me desperté en silencio. Por primera vez en mucho, mucho tiempo desperté en silencio, sin cantar. ¡Qué alivio! ¡Qué sensación hermosa! Embelesado por la densidad sonora del vacío, recorrí mi gimnasio-dormitorio caminando a paso lento, apreciando la belleza ordinaria de un despertar como el de cualquier otro mortal. Entonces ¿era cierto? ¿Un demonio cantor había poseído mi cuerpo y un pastor brasileño lo había expulsado mediante un exorcismo? Me costaba creerlo, pero ahí estaba mi silencio como evidencia irrefutable. Me acerqué a la ventana, empujé los postigos y asomé la cabeza. Tenía la posibilidad de elegir, por primera vez en mucho, mucho tiempo, cuáles serían las primeras palabras que diría en el día. Inspiré y acumulé todo el aire que pude en mis pulmones, abrí la boca y…

martes, 19 de marzo de 2013

Día 78 - Martes de exorcismos

Hoy me desperté poco después del amanecer cantando “Raining blood”, de Slayer. Mis gritos despertaron a los perros de la calle y el ladrido de los perros despertó a los demás inquilinos del conventillo. Desde las habitaciones comenzaron a gritarme que cerrara la boca y volviera a acostarme, que los dejara dormir. Alarmado por el alboroto, Héctor “Bicicleta” Perales, el encargado de la vivienda, vino hasta mi dormitorio. Vestía un calzoncillo a rayas verticales y una musculosa blanca.
—¿Qué te pasa, Don Natalio? —me preguntó mientras me sacudía tomándome por los hombros.
Intenté explicarle que soy víctima de una maldición que hace que despierte cantando canciones que no elijo; canciones que algunas veces, como en este caso, ni siquiera conozco. Pero hasta que no termina la canción no controlo mis actos y aunque me esforzara por hacerme entender, no podía dejar de cantar, gritando como un poseso y aproximando mi cara de ojos desorbitados a la suya, que me miraba debatiéndose entre el temor y el asombro.
—¡Está poseído! —gritó— ¡Que alguien me traiga un balde de agua!

lunes, 18 de marzo de 2013

Día 77 - Tras los pasos de mi padre

Hoy me desperté cantando “Color esperanza”, de Diego Torres. Los purretes del conventillo, que a esa hora de la mañana estaban preparándose para ir al colegio, se acercaron hasta mi habitación y, tomados de la mano, formando una ronda en torno a mí, comenzaron a girar y a cantar los coros. En la parte que dice "pintarse la cara color esperanza" recordé a mi padre, del que días atrás me enteré que había sido mimo, y me quebré al punto de casi no poder continuar cantando. Cuando terminé sentí que nada podía resultar bien y caí en una depresión tan profunda que tuve deseos de abandonar todo: el gimnasio, el proyecto de El Pasea Porros, la búsqueda de mi padre, la lucha por recuperar mi departamento, el desmantelamiento de la secta que se esconde detrás del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos, mis planes para enamorar a Vicky… Todo. Supuse que había llegado el momento de hacerle una nueva visita a mi terapeuta amigo, aunque tenía mis reparos, porque él había sido quien me había recomendado el Grupo de Ayuda y era posible que estuviera involucrado en la secta que este grupo escondía. De todos modos, en caso de que así fuera, el que me viera en ese estado de depresión reforzaría en el moderador la idea de que mis Problemas Pelotudos estaban desbordándome.

domingo, 17 de marzo de 2013

Día 76 - El gremio de las calzas azules


Hoy me desperté cantando “Camarón”, de Ricky Maravilla. Algunos inquilinos del conventillo, que unos minutos antes habían vuelto del baile y estaban en la cocina charlando y comiendo algo para reponer energías, subieron las escaleras a toda velocidad y aprovecharon la ocasión para, en parejas, continuar bailando. Al concluir la canción, se negaban a abandonar mi habitación y me pedían que siguiéramos con la fiesta. Para que se fueran no tuve más remedio que recurrir al arma infalible que utilizaban en los boliches cuando, en mis épocas de adolescente, querían echarnos: por fuera de la maldición de todos los despertares, valiéndome de mi voz desafinada, me puse a cantar la versión de JAF de “Maravillosa esta noche”. El plan dio resultado. Los bailanteros huyeron despavoridos antes de que hubiera terminado la primera estrofa. Sin perder tiempo, me di una ducha de agua fría, me puse la remera blanca ajustada y las calzas azules ceñidas que conforman mi uniforme y partí rumbo a la estación de GNC para, como cada domingo, afrontar una nueva jornada de trabajo.

sábado, 16 de marzo de 2013

Día 75 - Los carapintadas


Hoy me desperté cantando “Corazón con agujeritos”, de Chiquititas. La canción acentuó la tristeza con la que me había dormido. Ayer, tras regresar de la estación de GNC y dedicar la tarde a asistir a las socias del gimnasio en el uso de la escaladora, la llamé a mi vieja. A ella le encanta discutir los viernes y quise darle el gusto. De paso aproveché para sacarle algo de información respecto al paradero de mi padre, a quien vi por última vez en los albores de mi adolescencia, cuando se marchó en un presunto viaje de negocios del que nunca regresaría. Al principio mi madre actuó con reticencia, pero a fuerza de insistir logré que me contara algunas cosas.

viernes, 15 de marzo de 2013

Día 74 - El ataque de las chicas de Sandro

Hoy me desperté cantando “Mi amigo el puma”, de Sandro. No había terminado la primera estrofa cuando un grito agudo e histérico estremeció las paredes del conventillo. En seguida encontró eco en otras voces y fue complementado por el estruendo de una multitud de pasos que, en estampida, repiqueteaban sobre el suelo del pasillo. Unos segundos después una decena de señoras, que se habían agolpado en la puerta de mi dormitorio, gritaban y sacudían las manos y la cabeza como unas desaforadas. Yo seguía cantando, porque esto es algo que excede a mi voluntad, pero me sentí tan intimidado por ese corro de sesentonas, que giré el cuerpo y les mostré la espalda. Mi culo femenino no las desalentó y el griterío no mermó ni un poquito. Promediando la canción noté que algo había caído sobre mi cabeza y temí que el alto caudal sonoro hubiera socavado el cielo raso y estuviera a punto de provocar un derrumbe. Afortunadamente, no había sido así. Con mi mano derecha tomé el pedazo de tela que había quedado enganchado de una de mis orejas. Mientras lo giraba y lo miraba desde distintos ángulos para descubrir de qué se trataba, una segunda bombacha aterrizó sobre el tablero de la escaladora. Giré alarmado. En medio del griterío, las mujeres iban quitándose la ropa interior y me la arrojaban a modo de homenaje.

jueves, 14 de marzo de 2013

Día 73 - Los vicios de la ciudad

Hoy me desperté muy temprano cantando “Born to be wild”, de Steppenwolf. Esta vez nadie se acercó a mi puerta para oírme. No me importó; me sentía un tipo duro. Bajé las escaleras, desayuné un yogur dietético con semillas de sésamo y caminé hasta la parada del colectivo que iba a llevarme hasta las oficinas del Ente de Turismo de la Ciudad, lugar en el que debía tramitar la licencia para habilitar el proyecto turístico “El Pasea Porros”. Tuve que dejar pasar tres colectivos, porque venían tan llenos que no entraba ni un alma, y me lamenté por no haberle pedido que me llevara a alguno de los cuatro taxistas con los que me había asociado, pero no quería que se enteraran de que todavía no había hecho el trámite.
En el cuarto colectivo había algo de lugar. Para entrar, sólo tuve que levantar los brazos para ocupar menos espacio y poder pasar entre un hombre ciego y una señora de noventa años con un sobrepeso significativo, un bastón en una mano y una bolsa de supermercado repleta de frutas y verduras en la otra. Frente a ellos había un asiento libre y mantenían una discusión acalorada destinada a determinar a quién de ellos le correspondía ocuparlo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Día 72 - Mis ocho mujeres

Hoy me desperté cantando “Por debajo de la mesa”, versión de Luis Miguel. Poco a poco voy afianzándome en mi rol de galán y conquistando al público femenino. A las tres mujeres de ayer se sumaron otras cinco que, al igual que las primeras, abandonaron la cama para oírme cantar, todavía vestidas con la ropa de dormir, paradas en torno a la puerta de mi dormitorio. Al concluir la canción bajé a desayunar y las ocho mujeres me siguieron y se sentaron frente a mí nada más que para verme comer unos cereales con leche. No estoy en condiciones de asegurarlo, pero tengo la impresión de que en el transcurso de la noche alguien robó parte de mis alimentos. Y eso que me tomé el trabajo de escribir mi nombre sobre cada una de las cosas que había comprado. Tendría que confirmar la veracidad del hurto antes de elevar el reclamo a Héctor “Bicicleta” Perales, el encargado del conventillo.

martes, 12 de marzo de 2013

Día 71 - Los supermercaderes del siglo veintiuno

Hoy me desperté cantando “She”, versión de Elvis Costello. Debido a la decepción que habían sufrido ayer, esta mañana ningún inquilino se había acercado a mi puerta para oírme cantar. Sin embargo, en el transcurso de la canción dos o tres mujeres se aproximaron tímidamente, todavía vestidas con sus ropas de dormir. En un gesto que podría valerme el recelo de algún que otro hombre, caminé hasta la puerta y, tomándolas de la mano y mirándolas a los ojos, le dediqué a cada una de ellas una estrofa de la canción.
Después bajé las escaleras —al pasar frente a la puerta del baño me felicité por el acierto de haberme bañado a la noche, porque la fila se extendía más allá de los límites habituales—, salí a la calle y me dirigí al supermercado chino de la cuadra con la intención de diversificar la dieta del arroz a la que mi estado de pobreza transitoria me había sometido. Este mundo multiétnico y globalizado no deja de asombrarme con sus paradojas. En qué cabeza cabe el que yo, Don Natalio Gris, hombre argentino de veintinueve años, hijo de padres separados, quinto de nueve hermanos, Primera Princesa del Concurso Miss Cola Reef Verano 2013, esté recurriendo a los chinos para dejar de comer arroz.

lunes, 11 de marzo de 2013

Día 70 - La Tomatina

Hoy me desperté después del mediodía cantando “La cachaca”, de Marixa Balli. La jornada de ayer había consumido todas mis energías; para reponerme, tuve que dormir durante más de catorce horas. Al levantarme descubrí que a los inquilinos del conventillo se habían sumado algunos vecinos del barrio que habían sido especialmente invitados para la ocasión. Amuchado en torno a mi puerta, atiborrado a lo largo del pasillo y formado en una fila que se extendía a través de las dos escaleras y concluía diez metros más allá de la puerta de entrada del conventillo, el público aguardaba ansioso por el comienzo del recital. Cuando identificaron la canción que estaba cantando la decepción fue tan grande que, sin necesidad de establecer un acuerdo, se entregaron a un abucheo tan instintivo como multitudinario.

domingo, 10 de marzo de 2013

Día 69 - Soy un trans que transpira



Hoy me desperté cantando “Like a virgin”, de Madonna. Congregados en la puerta de mi dormitorio, los sesenta inquilinos del conventillo trataban de abrirse espacio para verme bailar emulando los movimientos de la Reina del Pop. Las mujeres cuchicheaban entre ellas tratando de adjudicarle defectos inexistentes a mi culo femenino y perfecto, y los hombres chiflaban y se empujaban comportándose como animales en celo. Sí, soy un hombre hecho y derecho, pero mis nalgas esculturales me dan un aire de femme fatale que, en determinadas circunstancias, me convierte en una criatura tan exótica como irresistible. No por nada fui elegido Primera Princesa del Concurso Miss Cola Reef Verano 2013.
Al concluir la coreografía estaba tan trans… tan transpirado, que si bien anoche me había bañado para asegurarme de no llegar tarde a mi segundo día de trabajo, tuve que volver a hacerlo. Con el objetivo de recuperar parte del tiempo perdido, me puse la calza azul y la remera blanca que componen el uniforme, me privé del arroz con leche del desayuno y salí a las apuradas rumbo a la estación de GNC. Se ve que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde mi llegada, los muchachos del conventillo se encariñaron conmigo, porque me escoltaron hasta la esquina caminando no a la par, sino detrás de mí.

sábado, 9 de marzo de 2013

Día 68 - Sudado


Hoy me desperté cantando “Te vas”, de Grupo 5. Parece que el dj en mi cabeza se quedó sin ideas, porque el tema sonaba en la obra de teatro que fuimos a ver ayer. Los inquilinos del conventillo, que en un número que crece día a día se amuchan en la puerta de mi dormitorio para oírme cantar, corrieron hacia un costado mi colchón y la escaladora y, en parejas, comenzaron a bailar. Al concluir la canción, volvieron a colocar las cosas en su sitio y se marcharon. En la fila del baño todos estuvieron de acuerdo en cederme el puesto, por lo que pude ducharme con agua caliente. Después bajé a la cocina y desayuné mi ración diaria de arroz con leche. Por fortuna mañana me toca trabajar en la estación de GNC. Voy a invertir parte de lo que gane en diversificar mi dieta. De no hacerlo, esta sobredosis de cereales va a terminar por afectar mi salud.

viernes, 8 de marzo de 2013

Día 67 - Un problema menos


Hoy me desperté cantando “Mujeres”, de Silvio Rodriguez. Parece que en el conventillo se corrió la voz alertando acerca de mis conciertos matinales, porque antes de que me levantara ya había alrededor de dieciséis inquilinos, mujeres en su mayoría, esperando para escucharme. Cuando terminé de cantar, me recompensaron con un aplauso cerrado y retomaron sus ocupaciones. En la fila del baño, varias personas de las que habían presenciado el recital me cedieron su lugar, por lo que pude bañarme con algo de agua tibia y sin tener que esperar tres horas para hacer uso de las instalaciones. Mientras me duchaba, reprimí el impulso de seguir cantando, porque si lo hacía iban a descubrir lo desafinado que soy cuando no estoy bajo los efectos de la maldición que me acompaña en cada despertar.

jueves, 7 de marzo de 2013

Día 66 - Alguien sale del ropero


Hoy me desperté cantando “Te extraño, te olvido, te amo”, de Ricky Martin. No registro antecedentes de sonambulismo en mi vida, pero, por alguna extraña razón, en algún momento de la noche debo haber caminado dormido hasta un viejo ropero que hay en mi habitación de conventillo, porque desperté metido ahí dentro. Cuando llegó la parte del estribillo, abrí la puerta de un empujón y, al grito de "¡te extraño!", salí del ropero. En la puerta de mi dormitorio se habían reunido seis o siete compañeros de conventillo, mujeres en su mayoría, que con gestos de asombro me oían cantar. Al concluir la canción me obsequiaron un aplauso tímido y se dispersaron. Caminando en sentido contrario y abriéndose paso entre el público en retirada, Héctor “Bicicleta” Perales, el encargado de la vivienda, se acercó a mí.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Día 65 - Mis antepasados chinos


Hoy me desperté cantando la milonga “El conventillo”. Por la forma en la que fraseaba me di cuenta de que se trataba de la versión de Edmundo Rivero. Después de cantar, como si me hubiera convertido en el protagonista de un musical de bajo presupuesto, no podía pensar sino en versos rimados.

Yo vivo en la planta más alta de un conventillo,
en una habitación amplia que no comparto con nadie,
y aunque estoy bastante cómodo me cuesta mucho dormirme,
porque las ventanas rotas dejan que se cuele el aire.
Me cobran media pensión con la condición de que arme
un gimnasio y lo comparta con los demás atorrantes,
pero tengo un problemita que es difícil que resuelva:
debo armar la escaladora y no sé ensamblar sus partes.
El baño es de uso común, tuve que esperar bastante
para darme una ducha, no sin antes afeitarme.
Por suerte hoy hace calor, porque no hay agua caliente…
Si no dejo de cantar, estos tipos van a echarme. 

 

martes, 5 de marzo de 2013

Día 64 - Del cajero al conventillo


Hoy me desperté cantando “Vagabundear”, de Joan Manuel Serrat. La de anoche fue una noche muy larga. Pasé varias horas recorriendo las calles de mi barrio en busca de un rinconcito en el cual pudiera tirar el colchón y dormir un rato, pero cada vez que conseguía acomodarme, apenas cerraba los ojos, algún policía, un vecino o un perro reclamaban el lugar como propio y me invitaban a retirarme. Estuve deambulando con mi mochila, mi escaladora y mi colchón a cuestas hasta después de la medianoche. Cuando la realidad comenzaba a desahuciarme, recordé que, además de un puñado de billetes, tenía en mi billetera la tarjeta del banco. Si bien no quedaba dinero en mi cuenta, podría usarla para ingresar a un cajero. Al parecer, ni la idea ni mi situación eran muy originales, porque los primeros tres cajeros que visité ya habían sido tomados como dormitorio por otros que, como yo, habrían perdido su techo.

lunes, 4 de marzo de 2013

Día 63 - Durmiendo en la calle


Hoy me desperté cantando “En un hotel de mil estrellas”, de Los Rodriguez. ¡Me cago en los poderes premonitorios del dj en mi cabeza! Ni bien me levanté, me di una ducha con agua bien caliente. Hacía mucho que no trabajaba tantas horas seguidas como ayer y me dolían las piernas por haber pasado tanto tiempo de pie. Si bien mi situación económica no es la mejor, porque tengo lo justo y necesario para pagar mañana el alquiler y algunos pesos más de las propinas que me dieron en la estación de GNC, sentí que me había ganado un buen desayuno en una confitería por la que siempre paso y a la que nunca me decido a entrar. Sí, quería comenzar la semana de la mejor manera.

domingo, 3 de marzo de 2013

Día 62 - Mis calzas ceñidas


Hoy me desperté cantando “El tractor amarillo”, de Zapato Veloz. Ojalá tuviera un tractor, amarillo o de cualquier color, así podría venderlo y sanear mi economía. Los pocos días que duró la convivencia forzada con Vicky, la loca de los guantes de cocina, fueron una revolución en mi vida, pero, sobre todas las cosas, un despilfarro de dinero que me deja, una vez más, al borde de la bancarrota. Durante la semana tendré que ocuparme de impulsar definitivamente el proyecto de El Pasea Porros. Debo encontrar la manera de que el Gobierno de la Ciudad me extienda una habilitación para recorrer los barrios porteños junto a un grupo de turistas holandeses, fumones y sadomasoquistas, y debo conseguir una furgonetita Volkswagen a buen precio y en buen estado. Por otro lado, tendría que ocuparme de idear un plan para desenmascarar al moderador del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos y liberar a Vicky, y a los demás Pelotudos, de esa desgracia de secta encubierta.

sábado, 2 de marzo de 2013

Día 61 - Se fue con su padre


Hoy me desperté cantando “La soledad”, de Laura Pausini. Me duele comunicar que Marco no es el único que se ha marchado. Anoche fuimos con Vicky, la loca de los guantes de cocina, al Teatro San Martín a ver la obra para la cual el moderador del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos nos había regalado las entradas. Recién cuando vi el afiche en el frente del teatro supe el nombre de la obra que habíamos ido a ver: “Se fue con su padre”. El título me remitió, de inmediato, a los tiempos en los que mi padre aún vivía con mi familia y me llevó a preguntarme qué habría sido de mi vida si, en lugar de quedarme con mi madre, lo hubiera acompañado en el “viaje de negocios” del que nunca regresó. ¿Dónde estaría si me hubiera fugado junto a él? Seguramente, no en donde estoy ahora; probablemente, no en esta ciudad.

viernes, 1 de marzo de 2013

Día 60 - La cuchara invertida


Hoy me desperté cantando “Bailar pegados”, de Sergio Dalma. Anoche, como el pegamento que habíamos usado para empapelar la habitación todavía no había secado, Vicky, la loca de los guantes de cocina, durmió conmigo en el colchón del living. Dormimos vestidos y en cucharita invertida. Es decir, ella atrás y yo adelante para evitar cualquier tipo de roce. A causa de su ansiedad, no había podido verme hacer el empapelado sin intervenir y, como consecuencia, sus guantes, que se habían manchado con pegamento, se pegaron a mi remera. Por eso, mientras yo correteaba por la casa cantando “Bailar pegados”, ella me seguía tratando de desprenderse. Sí, bailábamos pegados, pero literalmente.