martes, 12 de febrero de 2013

Día 43 - La resurrección de Luján


Hoy me desperté cantando “El Celador”, de Ignacio Copani. La letra hace que Pipo Cipolatti parezca Pablo Neruda. A las siete de la mañana el Esclavito Contento, Empleado del Mes Enero 2013 en un local de Burger King, me despertó y me trajo el desayuno a la cama. Se nota que tenemos cierta afinidad, porque yo cantaba las partes de la canción en las que habla el celador y él me respondía cantando las partes que corresponden a la respuesta de los estudiantes. Concluida nuestra opereta casera, le agradecí por el gesto, aunque me vi en la obligación de reprenderlo y pedirle que no volviera a despertarme antes de las diez de la mañana. Ya que estaba levantado, aproveché para darle los últimos retoques a mi departamento devenido en gimnasio. Había puesto la escaladora en el centro de la sala, para que resaltara, y en un rincón había colgado una bolsa de residuo dentro de la cual había metido una almohada y dos almohadones. Para disimular y asemejarla un poco más a una bolsa de boxeo, le pegué algunas calcomanías. Sí, nada como un buen sticker de Mickey Mouse para transformar una bolsa de residuo en una bolsa de boxeo.

A las tres menos cuarto de la tarde sonó el timbre. Era Vicky, la loca de los guantes de cocina que me había pedido que fuera su entrenador. Bajé, le abrí, hablamos acerca del clima dentro del ascensor y entramos a mi gimnasio-departamento. Ni bien entró, se rió a carcajadas.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nada, nada —me dijo ella.
—No, dale, decime —insistí.
—Es que… ¡No te ofendas, eh!, pero me imaginaba un gimnasio más… gimnasio. Además, es el primero que conozco que está en un séptimo piso. Jajá.
—¿Esto? —le dije yo, haciéndome el superado— No, este es mi gimnasio personal. Yo entreno en un gimnasio acá cerca, pero preferí que nos encontráramos acá para que pudiéramos hablar tranquilos, porque allá me están haciendo preguntas y consultas cada dos segundos.
—Ah. ¿Y aquel otro quién es? —me preguntó mientras con su guante de cocina señalaba al Esclavito Contento.
—¿Aquel? —le respondí tratando de disimular la mentira que estaba a punto de decirle— Es mi primo Luján, de Luján. Es boy scout y cada vez que tienen un viaje o encuentro o cualquier otra cosa acá en Buenos Aires, viene y lo dejo quedarse unos días en la piecita del gimnasio.
—¿Tu primo? —me preguntó, algo sorprendida— No se parecen en nada, él está lleno de pecas y vos…
—No son pecas —le respondí interrumpiéndola. Por algún motivo, preferí no escuchar lo que iba a decir sobre mí—. Miralo mejor. Es acné juvenil.
Ella se acercó para observar de más cerca al Esclavito Contento. Parado detrás de Vicky, yo le suplicaba a “Luján”, mediante gestos ampulosos y desesperados, que me siguiera la corriente y no dijera nada.
—Es cierto —dijo Vicky—, está lleno de granos. Pobrecito. Además, el traje de boy scout es recontra raro. Está lleno de pins de hamburguesas.
—Sí, porque él es el chef scout. ¡No sabés lo bien que cocina!
Los gestos de “mi primo Luján” evidenciaban que su tolerancia estaba alcanzando el límite y que, al igual que los granos que infestaban su frente grasosa, estaba a punto de estallar. Para evitar la catástrofe, le pedí a Vicky que nos ocupáramos del tema que había motivado la reunión.
—Sí, vayamos al grano —me dijo ella—, y con su mano enguantada le dio una palmadita en la espalda al bueno de Luján.
Le describí, de manera sucinta, mi plan de entrenamiento, le mostré algunos movimientos y le dije que tendríamos que buscarle una solución al tema de los guantes, debido a que ella no se quitaba los guantes de cocina por ninguna razón.
A eso de las cinco, mi primo Luján, el Esclavito Contento, el Empleado del Mes Enero 2013, nos preparó la merienda. Después le mostré a Vicky la manera correcta de trabajar la bolsa, hablamos un rato más y me pidió que le abriera. En el ascensor ya no hablamos acerca del clima; me dijo que quería empezar a entrenar conmigo y quedamos en que voy a llamarla para coordinar nuestra primera sesión.

3 comentarios:

  1. Natalo sos un excelente compaÑero de viaje ...

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    1. Muchas gracias, Anó Nimo, pero no te creas. Las pocas ocasiones en las que me tomé un colectivo, terminé vomitando. ¿Viajamos juntos alguna vez?
      Aprovecho la ocasión para hacerte una consulta acerca del origen de tu nombre. Yo considero que, por la acentuación, debe de ser francés, pero el amigo Fernando Bertón parece estar convencido que es de origen asiático. ¿Podrías disiparnos la duda? Muchas gracias. Saludos!

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    2. ¡Sí, por favor, dinos el origen de tu nombre!
      He buscado por todas partes un disipador de dudas, y parece que no hay en el mercado.
      ¡Gracias!

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