jueves, 31 de enero de 2013

Día 31 - Te espero, febrero


Hoy me desperté cantando “Febrero”, de Estelares. Se ve que el dj en mi cabeza está ansioso por el cambio de mes y la acreditación de mi sueldo. Debe tener hambre. Hoy almorcé tres “pizzetas”: pan lactal, kétchup y queso mantecoso. Para la cena me queda algo de miel y siete galletitas un tanto humedecidas. Anoche fui caminando a mi cuarta sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Llegué y estaban todos, Vicky incluida. A veces tengo la sospecha de que se juntan media hora antes para hablar mal de mí, porque, lo haga tarde o temprano, siempre soy el último en llegar. Como la primera vez, noté que, con cierta timidez, Vicky me miraba las manos. Más allá de la charla grupal, no cruzamos palabra. No supe qué decirle ni cómo abordarla, y me dio la impresión de que el beso que le di le dolió tanto como a mí su trompada.

miércoles, 30 de enero de 2013

Día 30 - No va más

Hoy me desperté cantando “Ruleta”, de Los Piojos, y me dije “¿por qué no?”. Siento un cosquilleo especial que me hace creer que voy a tener suerte. En total, hasta que me acrediten el sueldo este viernes, me quedan 78 pesos con 85 centavos. Separo 8 pesos con 85 para cubrir los viajes y los 70 restantes los juego en el Casino. En una de esas, si todo sale bien, voy a poder pasar un gran feriado y terminar a lo grande mi “licencia especial” para volver con las pilas recargadas al trabajo.
Para llegar al casino, tengo que tomarme un colectivo, el subte y el tren. Para que me rindan los 8 con 85, tengo que colarme en el tren. Ya lo he hecho antes y, más allá de los escrúpulos del caso, no representa ningún inconveniente. Mi idea es jugar a la ruleta y apostar todo a un color. Ya en el camino voy prestando atención, tratando de identificar indicios que me permitan saber si debo apostar al rojo o debo apostar al negro.

martes, 29 de enero de 2013

Día 29 - Sé pillo

Hoy me desperté cantando “Cepillo, cepillo”, de Piñón Fijo. Cada vez que decía “cepillo” me pasaba la mano por delante de la boca, como si estuviera cepillándome los dientes. Si no me equivoco, es la cuarta canción infantil que canto en lo que va del mes, pero por lo menos esta tiene la ventaja de admitir varias interpretaciones. Puede que el bueno de Piñón nos esté invitando a mí y a todos los niños del mundo a que seamos más pillos, o puede ser una ayuda memoria disparada por el dj en mi cabeza para que recuerde el sueño que tuve durante la noche.

lunes, 28 de enero de 2013

Día 28 - Mi grupo de ascensores

Hoy me desperté cantando “Lunes por la madrugada”, de Los Abuelos de la Nada. Es lunes, sí, pero por fortuna la madrugada ya había quedado lejos cuando me desperté. El kétchup del que me valí para anotar el número de Vicky se secó hace mucho tiempo sobre la hoja de anotador y yo sigo en veremos. Llamo, dejo que suene una vez y corto; vuelvo a llamar, lo dejo sonar dos veces y corto; vuelvo a llamar, dejo que suene cuatro veces, me atiende una voz masculina y corto. Espero que no tengan identificador de llamadas, porque si lo tienen me voy a meter en un problema serio. No sé por qué razón cada vez que tengo que hacer algo que puede ser significativo para mi futuro, mi mente sufre un bloqueo que me impide actuar como debería.

domingo, 27 de enero de 2013

Día 27 - El esclavito contento


Hoy me desperté cantando “Australia”, de The Shins, pensando que si quería conseguir el número de Vicky debería dejar de dar vueltas y comenzar a hacer jugadas más directas y agresivas. En seguida lo llamé al moderador del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos y le dije que me sentía culpable por haber provocado la suspensión de la última sesión, que necesitaba disculparme personalmente. Luego de negarse dos o tres veces, me propuso encontrarnos para almorzar en algún lugar de comida rápida y lo cité a la una en el McDonald´s más cercano a mi departamento.
Con mis cuentas en rojo, decidí activar un plan radical de reducción de gastos y, en consecuencia, me pasé la mañana recorriendo las calles de la ciudad en busca de algún folletero que repartiera descuentos o promociones para McDonald´s. Debo haber caminado durante más de dos horas, pero no tuve suerte. Conseguí, sí, un dos por uno para el menú de ensalada en el Burger King. A la una y diez llegó el moderador a la puerta del McDonald´s. Yo lo estaba esperando, le dije que había visto un par de cucarachas paseando lo más orondas por el local y lo invité a que caminemos unas pocas cuadras hacia otro lugar que me parecía más higiénico. No pudo negarse y, tras caminar trece cuadras, llegamos a Burger King.

sábado, 26 de enero de 2013

Día 26 - Vicky, la boxeadora


Hoy me desperté cantando “Alta suciedad”, de Andrés Calamaro. Se me está pasando el efecto de los analgésicos y el dolor de mandíbula se vuelve cada vez más insoportable. Por cuestiones de salud mental decidí abandonar las pastillas; tengo la sospecha de que me estaban produciendo un efecto alucinógeno. De todo lo que sucedió ayer, no logro discernir entre lo real y lo imaginario. No sé si fui a la guardia del hospital, no sé si me crucé con el ciego de los parches o con una mujer a punto de dar a luz. Y, lo que es más grave aún, no sé si es cierto o no el que haya nacido un nuevo Natalio. Si tuviera que adivinar, diría que nunca salí de mi departamento y que ese nuevo Natalio no es hijo de su madre, sino de mi delirio.

viernes, 25 de enero de 2013

Día 25 - La vida me sonríe

Hoy me desperté cantando “Cenicienta”, de Los Chanchos Rengos. Tuve que googlear lo que cantaba, porque no la conocía. Por un momento me ilusioné con la idea de que el dj en mi cabeza hubiera empezado a componer, pero no.
Todavía me duele la mandíbula del piñón que me puso Vicky, la loca de los guantes de cocina. A pesar del hielo y de los analgésicos, anoche no pude pegar un ojo y hoy temprano decidí volver a la guardia del hospital para que me hicieran unas placas. Fui a primera hora, pensando que así lograría que me atendieran rápido. Tenía la sospecha de que el golpe me había acomodado el cerebro y que, como consecuencia, estaba empezando a tener buenas ideas. Nada más alejado de la realidad. Para empezar, ¿cómo se hace para llegar temprano a un lugar que atiende las 24 horas?

jueves, 24 de enero de 2013

Día 24 - Nuestro primer beso

Hoy me desperté cantando “Eye of the tiger”, de Survivor. Por lo visto, el dj en mi cabeza no perdió el sentido del humor. Anoche fui a mi tercera sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Llegué y, al igual que el miércoles pasado, estaban todos sentados en sus respectivos lugares… todos menos Vicky. Su ausencia me fastidió profundamente. Mientras Hernán contaba su episodio con el control remoto de la estación de servicio a la que lo llevé a comer, me dispersé y comencé a hacerme preguntas: ¿otra vez iba a faltar?, ¿cómo iba a superar su Problema Pelotudo si nunca asistía a las sesiones?, ¿estaría yo en condiciones de aguantar una semana más sin verla? Lo dudaba. Me había pasado los últimos días pensando en la mejor manera de abordarla, obsesionado con la idea de verla, de decirle algo…

miércoles, 23 de enero de 2013

Día 23 - Banana será otro día

Hoy me desperté cantando “Se estira y se encoge”, de The Sacados. O con mi ropa está pasando algo parecido o, finalmente, se me está desinflando el culo. Esta noche es La Noche. Me estuve probando ropa para el reencuentro con Vicky en mi tercera sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos y todos los pantalones me quedan grandes. No me atrevería a atribuirles poderes mágicos a las zapatillas de Jessica Cirio, pero creo que el caminar con ellas, sumado al tiempo que llevo sin probar la comida adulterada del trabajo, está corrigiendo mi deformidad. Ropa nueva no puedo comprar, porque hasta que no cobre a fin de mes no puedo gastar un peso de más, así que tendré que ajustarme el cinto para que no se me caigan los pantalones.

martes, 22 de enero de 2013

Día 22 - Mi grupo de asesores

Hoy me desperté cantando “Él anda diciendo”, de Suéter. Ayer lo llamé a Hernán, el Pelotudo que no encuentra el control remoto que perdió en 1998, para invitarlo a almorzar y terminar de una vez con este jueguito de las invitaciones. Sé que él tampoco me va a decir nada significativo acerca de Vicky, pero ya llevé a comer a los demás miembros e invitarlo a él me va a dar el pie perfecto para mañana, en mi tercera sesión de grupo, proponerle una salida a Vicky. Como ya no puedo darme el lujo de gastar mucho dinero, estuve pensando y se me ocurrió una buena idea. Lo cité en la esquina de mi casa y, cuando llegó, paré un taxi y le pedí al taxista que nos llevara al lugar donde él comía a diario. Nadie mejor que un taxista para dar con un lugar barato.
—Justo me estaba yendo a almorzar —nos dijo—, así que los llevo gratis. Eso sí, ustedes me invitan el postre.
En menos de diez minutos el hombre estacionó en una estación de servicio de GNC, cuya clientela estaba compuesta casi exclusivamente por autos negros y amarillos.
—Es acá —nos dijo, y bajamos los tres.

lunes, 21 de enero de 2013

Día 21 - El Buda sonriente

Hoy me desperté cantando “Stayin´ Alive”, de los Bee Gees. Me sorprendió gratamente mi capacidad para alcanzar ciertos agudos. Ayer no me aguanté y lo llamé a Julio, el Pelotudo que no sabe manejar los palitos chinos. Ya no estoy en condiciones de pagar más comidas, por lo que fui directo al grano.
—Julio —le dije después de saludarlo—, necesito que me pases el número de Vicky.
—Sí, ¿cómo no? ¿Dónde comemos? —me preguntó.
La pregunta fue la confirmación de que los miembros del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos me estaban pelotudeando y me iban pasando de uno a otro para que terminara pagándole una comida a cada uno.
—¿Cómo que dónde comemos? —le dije, algo alterado—. En ningún lado. Decime el número y listo.
—No. Disculpame, Natalio, pero por cuestiones de seguridad hay cosas que prefiero hablarlas personalmente.

domingo, 20 de enero de 2013

Día 20 - Mesa para dos


Hoy me desperté cantando “Something”, de los Beatles. Ayer, tras el fallido intento de establecer una nueva sociedad, la llamé a Pato para concertar un encuentro. La invité a almorzar hoy, domingo, en un restorán cercano a mi departamento. Llegué temprano y me senté en una mesa para dos algo apartada del ruido. Al igual que con Samuel, era mi intención la de lograr el ambiente propicio para sacarle la mayor cantidad de información posible acerca de Vicky, la loca de los guantes de cocina. Media hora más tarde, llegó Patricia. Entró al restorán y recorrió el lugar con la mirada hasta que vio mis señas. Lo que hizo entonces me desconcertó: en lugar de acercarse, se volvió hasta la puerta. Pensé que se iba a ir, que la habría asustado el verme pelado y sin sombrero, pero en seguida volvió a entrar, y detrás de ella entró un hombre que debería ser su marido. “Bueno, está bien”, pensé. “Si está en pareja quizá le habría traído problemas almorzar a solas con otro hombre”. Detrás del marido entraron tres nenes de entre cuatro y nueve años que deberían ser sus hijos. “Bueno”, pensé. “Tal vez no tenían con quién dejarlos”. Y sí, efectivamente, no tenían con quién dejarlos, porque uno a uno todos los posibles cuidadores fueron entrando detrás de ellos. Detrás de los nenes, entraron dos parejas de personas mayores que deberían ser los abuelos, y detrás, tres parejas de adultos jóvenes con sus respectivos hijos. En total, eran veintidós personas… Veintidós personas que se sumarían a nuestra mesa y engrosarían la cuenta que, al invitarla, me había comprometido a pagar. Mientras tres mozos anexaban mesas y sillas a nuestra mesa para dos, me acerqué a Pato y le pregunté de qué se trataba todo eso.

sábado, 19 de enero de 2013

Día 19 - Dos pérdidas irreparables


Hoy me desperté cerca del mediodía cantando “La gallina turuleca”, de Gaby, Fofó y Miliki. Cada vez que cantaba la palabra “gallina” mis brazos se arqueaban y se sacudían imitando el movimiento de las alas. Además de sentirme un reverendo pelotudo tuve la impresión de que, en lugar de evolucionar, estaba involucionando y me invadió la necesidad impostergable de hacer algo con mi vida. Me afeité, me bañé, me vestí y me fui para la casa de Antonio, mi peluquero amigo, para contarle acerca del proyecto de la peluquería en funerales y proponerle iniciar una sociedad. Esta vez no había autos estacionados en la calle. Golpeé la puerta y su mujer, todavía vestida de negro, me invitó a pasar. Antonio estaba sentado en la cabecera de una mesa extensa, con la mirada perdida y la mente ocupada en vaya uno a saber qué clase de pensamientos. Me acerqué y, pidiendo permiso, me senté a su lado.

viernes, 18 de enero de 2013

Día 18 - Hombre de pocas "P"

Hoy me desperté cantando “La danza del vampiro”, de Axe Bahía, y hasta hice el pasito (contra mi voluntad). Ahora parece que mi cuerpo se sumó a la joda. Lo único que espero, si es que voy a seguir despertándome como un poseso que no tiene ningún control sobre sus actos, es alguna vez empezar el día cantando una de Michael Jackson. Siempre soñé con hacer esa caminata hacia atrás y con tocarme los genitales tan impunemente.
Anoche fui a cenar con Samuel, el del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos que no dice palabras con la letra “p”. Fuimos a un restorán tradicional porque quería estar seguro de que nada nos distrajera para poder sacarle información acerca de Vicky, la loca de los guantes de cocina. Llegamos temprano, por lo que el lugar estaba prácticamente vacío, y nos sentamos en una mesa apartada. Durante un buen rato, nadie vino a atendernos y, a decir verdad, no teníamos mucho de qué hablar. Como noté que a Samuel comenzaban a ganarlo el fastidio y la impaciencia, hice un gesto en dirección al mostrador para que mandaran a alguien. Se acercó un mozo, nos dejó la carta y nos preguntó qué íbamos a tomar.

jueves, 17 de enero de 2013

Día 17 - Don Natalio Gris

Hoy me desperté cantando “Dale Pascual”, de Los Enanitos Verdes. Anoche fui a la segunda sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Llegué sobre la hora y ahí estaban, ocupando los mismos lugares que la semana anterior: Samuel, que en realidad se llama Pablo y le cambiaron el nombre porque no pronuncia la “p” hace como siete años; Pato, que no logra hacerle el nudo a las bolsas de residuos; Julio, que no sabe comer con palitos chinos, y Hernán, que perdió el control remoto en el `98 y todavía no lo encuentra. La silla de Vicky, la loca de los guantes de cocina, estaba vacía. Quise creer que se habría retrasado y ocupé mi lugar entre Samuel y Hernán.

miércoles, 16 de enero de 2013

Día 16 - El encargado de mis sueños

Hoy me desperté cantando “Aserejé”, de Las Ketchup. Llegó el día nomás. Esta noche tengo la segunda sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. ¡Voy a verla a Vicky! Lamentablemente, no pude prepararme como quería. Me había propuesto comprar buena pilcha, hacerme un buen corte de pelo y atenuar un poco la curva desproporcionada que dibuja mi cuerpo en la zona de las nalgas. Sin embargo, una semana después tengo la misma ropa, el mismo culo gordo y encima estoy pelado. Parezco… parezco…
Anoche tuve un sueño de lo más extraño. Yo era un bolo de bowling, el de adelante del todo, y sin poder moverme veía cómo una bola gigante, de esas que tienen los tres agujeritos, se acercaba a toda velocidad para derribarme. La mía era una causa perdida. No podría esquivarla, me iba a golpear de todas formas, pero al menos quería saber si estaba solo en la pista o si detrás de mí había otros bolos como yo. Por alguna razón, me desesperaba la posibilidad de ser la única víctima. ¿Estaba solo o no? No podía comprobarlo porque me era imposible darme vuelta. Justo cuando la bola iba a golpearme, me desperté empapado en sudor y cantando “Mira lo que se avecina…”

martes, 15 de enero de 2013

Día 15 - La falsa Lucrecia

Hoy me desperté muy temprano cantando “Lloviendo estrellas”, de Cristian Castro. Sin palabras.
Anoche estuve intentando, por todos los medios posibles, o armar la escaladora o volver a guardarla en su caja original, pero no hubo caso. Mi casa es un desorden. Por suerte, antes había llamado a una agencia de servicios de limpieza a domicilio cuyo número conseguí en internet y quedamos en que hoy mandaban a alguien. A las siete y cuarto sonó el timbre.
—Lucrecia, de la agencia —me dijo una voz al otro lado del portero eléctrico.
Bajé a abrirle y tuve la impresión de que esa mujer no se llamaba Lucrecia. Su aspecto desgarbado, su acento tan trabado en las “r” y su color de piel rayano con lo alvino me llevaron a sospechar que era una ucraniana a la que, vaya uno a saber con qué motivo, en la agencia le habían sugerido que se cambiara el nombre. A decir verdad, a excepción de Shevchenko y los diez desnutridos con los que compartía equipo en el mundial 2006, nunca vi a un ucraniano, pero estaba seguro de que ella era el decimosegundo ucraniano que veía en mi vida. Subimos y le abrí la puerta. El desorden no la conmovió. Tal vez porque vi demasiadas películas, supuse que en su infancia habría visto ciudades y ciudades reducidas a escombros por los bombardeos y que eso la había insensibilizado.

lunes, 14 de enero de 2013

Día 14 - Pomposo y fúnebre

Hoy me desperté cantando “Flashdance… What a Feeling”, de Irene Cara. ¡Qué semanita me espera! Ya temprano tocaron el timbre. Venían a entregar la escaladora. El muchacho que la dejó me hizo firmar un papel. Le pregunté si el servicio de entrega incluía el traslado hasta la puerta de mi departamento. Por lo visto no tenía muy presente eso de “el que calla otorga”, porque ni siquiera me respondió y se fue dejándome solo con una caja de dimensiones descomunales. Intenté levantarla, pero no pude y a duras penas la arrastré hasta los ascensores. Me imaginaba que no iba a entrar, aunque necesitaba hacer el intento antes de resignarme. Abrí de par en par las puertas del ascensor más cercano y empecé a probar: la caja parada… no cabía; la caja acostada… no cabía; la caja inclinada para un lado, para el otro… no cabía de ninguna forma. Creo que habría sido más sencillo guardar el ascensor en la caja que lograr lo contrario. La desesperación ante la idea de tener que subirla por las escaleras me hizo perder la compostura y me puse a empujar tomando impulso contra la pared, pero nada… Hiciera lo que hiciera, la caja no iba a entrar. Por arte de magia, apareció a mis espaldas el encargado del edificio.

domingo, 13 de enero de 2013

Día 13 - Como Wally en la playa



Hoy me desperté cantando “Cuando es con vos”, de Virus. Desayuné, me bañé y a las once menos cinco ya estaba sentado en el local de mi peluquero amigo. Cuando llegué, estaba terminando de afeitar con navaja al que parecía un cliente habitual. De inmediato se me vino a la mente la imagen de mi vieja con la cara cubierta de espuma de afeitar. Casi me desmayo.
Debo confesar que no son de mi agrado las peluquerías modernas. Para que yo la elija, una peluquería debe cumplir con una serie de requisitos que no son negociables. En primer lugar, debe estar cerca de mi departamento, a menos de tres cuadras. Por lo general, los cortes no quedan muy bien al principio y quiero estar seguro de que, de ser necesario, puedo volver corriendo sin ser visto por demasiada gente. En segundo lugar, debe tener un solo peluquero. A mí no me vengan con eso de que hoy te corta Julián, mañana te corta Ricky, pasado te corta Andrés, para que después yo vuelva encariñado con uno, avise que quiero que me corte él y me digan o que se fue de vacaciones o que dejó de trabajar ahí. ¡No! No vuelvo a pasar por eso. Para decepciones amorosas ya tengo la vida, que mi peluquero me corte le pelo y punto. En tercer lugar, deben ofrecer descuento a los jubilados. Sé que llegará el momento en el que forme parte de ese grupo etario y estoy interesado en contar con ese beneficio. Por último, y este tal vez sea el punto de mayor importancia, para que yo la elija una peluquería debe exhibir, colgado en algún punto de su fachada, ese tubito luminoso de color rojo y blanco.

sábado, 12 de enero de 2013

Día 12 - La escaladora


Hoy me desperté cantando “Firework”, de Katy Perry. No domino el ingés. Tuve la materia en la secundaria y solamente aprendí a decir “cat” y “table”, pero nunca recuerdo cuál de los dos significa “mesa” y cuál significa “gato”. Ahora, cuando me despierto cantando —es otra de las características de este maleficio— pronuncio como si fuera un hablante nativo del idioma que sea. Es como si mi cuerpo funcionara como el transmisor de una radio del infierno.
Lo primero que hice una vez que terminó el tema fue afeitarme. Tenía una barba de dos o tres meses y cuando, ya afeitado, me miré en el espejo no me reconocí. Salvando las distancias, me sentí como el Doctor House cuando hizo de padre de Stuart Little. ¡Qué cara de salame sin la barba! En un acto desesperado, traté de volver a pegarme los pelos, pero ya era tarde. Los pelos desparramados por todo el baño son un motivo más para contratar a alguien que venga a limpiar el departamento.

viernes, 11 de enero de 2013

Día 11 - Me voy de compras



Hoy me desperté cantando “Auto Rojo”, de Vilma Palma e Vampiros. Me asusta confesarlo, pero creo que me siento bien. Es mi cuarto día de “licencia especial” y tengo la impresión de que, poco a poco, las cosas van encarrilándose. A cada rato me acuerdo de Vicky, la loca de los guantes de cocina que conocí en el Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Aprovechando la música de fondo, nos imaginé viajando en un auto rojo descapotable. Es la primera vez que coprotagonizo un videoclip imaginario. Ella manejaba, supongo que para justificar los guantes o porque mi imaginación es consciente de que no tengo carnet, y yo iba de acompañante, meneando la cabeza al ritmo de la música y siguiendo la letra con los labios. Pensando en ella se me ocurrieron algunas frases que podría decirle la próxima vez que la vea. “Vicky, mi corazón es caliente como una asadera en la que se fríen cuatro milanesas y sólo vos, con tus guantes de cocina chamuscados, podrías sacarlo del horno del olvido sin quemarte las manos”. Tal vez todavía pueda hacerle unos retoques, pero estoy seguro de que con esa la enloquezco.

jueves, 10 de enero de 2013

Día 10 - Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos (GAGPP)



Hoy me desperté cantando en un idioma extraño. No sé si era ruso o japonés… No domino mucho el tema de las lenguas. Por la melodía y porque sin proponérmelo cantaba frunciendo el entrecejo, me pareció una canción de protesta, pero esto puede también deberse a la naturaleza del idioma. Quise transcribir frases textuales para ver si la encontraba en Google. No tuve suerte.
Anoche, como había anticipado, fui a mi primera sesión de la terapia grupal que me recomendó mi terapeuta amigo. Entré al lugar: una casa antigua con techos muy altos y muchas habitaciones, en una de las cuales, sentados en ronda sobre un escenario, me estaban esperando mis nuevos contertulios. Ocupé la silla libre y el que hacía las veces de moderador me pidió que me presentara. Nunca había vivido una experiencia similar, pero había visto la misma escena en infinidad de películas.

miércoles, 9 de enero de 2013

Día 9 - Limpieza profunda



Hoy me desperté tempranísimo cantando “La canción del beso”, de Panam. Al principio me sentí devastado y el único motivo por el cual no seguí durmiendo fue el miedo a volver a despertarme cantando esa canción. Meditando llegué a la conclusión de que si realmente pretendo ordenar mi cabeza debería comenzar por ordenar mi departamento.

martes, 8 de enero de 2013

Día 8 - Músculo, másculo




Hoy me desperté cantando “Soy laburante”, de Luis Aguilé. Una inocentada del dj que tengo en la cabeza, que de alguna forma quiso felicitarme por haber conseguido una licencia hasta el 1 de febrero. ¡Vacaciones pagas! Aunque no tan vacaciones, porque tengo mucho por hacer.

lunes, 7 de enero de 2013

Día 7 - En el trabajo me tocan el culo



Hoy me desperté cantando “Cachete, pechito y ombligo”, de Pancho y la Sonora Colorada. No puede ser un buen augurio para el comienzo de la semana. Momentos como este me hacen dudar de la existencia de Dios, o al menos de su bonhomía. Para colmo tengo que ir a trabajar, porque, como era de esperarse, mi terapeuta amigo no me respondió el teléfono en todo el fin de semana y, en consecuencia, no tengo el certificado para tomarme la “licencia especial” que tanta falta me hace.


domingo, 6 de enero de 2013

Día 6 - Caminando por la calle


Hoy me desperté cantando “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, de Los Fabulosos Cadillacs. Es esa que empieza diciendo “Caminando por la calle con mi novia…”. Novia no tengo, pero es domingo y no estaría mal que me relaje un poco y salga a caminar.
La ciudad de los domingos me reconforta. Mientras camino por las calles desiertas me siento tan bien que creo ser otra persona. Me siento como se debe sentir Ricardo Arjona cuando descubre que “manteca” rima con “biblioteca”, o como Andrés Calamaro cuando encadena tres o cuatro ideas contrapuestas, o como Michael Jackson cuando… En el caso de Michael, prefiero no aclarar el “cuando”.

sábado, 5 de enero de 2013

Día 5 - Mi terapeuta amigo

Hoy me desperté cantando “Te recuerdo”, de Bravo. No recuerdo ni cómo ni cuándo empezó esto de despertarme todos los días cantando. La mayor parte de las personas lo considera una bendición y lo asocia con eso que llaman “la alegría de vivir”. Estaría de acuerdo si fuera que, por obra y gracia de mi voluntad, despertara cantando la canción que yo quisiera, pero no es así, y a veces hasta me despierto cantando cosas que no conozco, que no entiendo o que no creo haber escuchado nunca. Es difícil pensar en la “alegría de vivir” si un martes a las 6 de la mañana te despertás cantando “Puto”, de Molotov; o si tenés 10 años y, un día después de la muerte del perro con el que se supone que compartiste un viaje en cigüeña, te despertás cantando “Zapatos rotos”; o si un día después de que sorprendiste a tu acompañante terapéutica en un trío con dos morenos te despertás cantando “Ojalá que llueva café”. No, para mí, más que una bendición, estoy cumpliendo un castigo por algo que habré hecho en vidas anteriores. Igual, pasa hace tanto tiempo que estoy acostumbrado.

viernes, 4 de enero de 2013

Día 4 - Un chico especial


Hoy me desperté cantando “Nadie es perfecto”, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Un poquito he mejorado, porque esta vez, al menos, la letra guarda alguna relación con mi situación actual. Ayer tenía entre mis manos un proyecto increíble, que no podía fallar, y hoy me despierto habiéndolo descartado. Estuve haciendo cuentas hasta altas horas de la madrugada y no hay caso, no me cierran los números para encarar lo del “paseador de porros”. Si quisiera hacerlo bien, tendría que fumar a la par de los turistas, y no es una simple excusa para consumir cannabis. Un buen guía siempre asume el compromiso de compartir el estado emocional de sus guiados. El problema radica en que no puedo manejar fumado, y si no manejo, tengo que contratar a un chofer para las excursiones. Además, alguien me dijo que en la película “Medianeras” la protagonista pasea perros y fuma porros, y el novio, por ese motivo, se refiere a ella como la “pasea porros”. Ahí veo que arranco con todo esto y los hijos de puta me reclaman que les pague patente. Esto en Hollywood no pasaría. Es una lástima, pero es así.

jueves, 3 de enero de 2013

Día 3 - El pasea porros





Hoy me desperté cantando “Sólo se vive una vez”, versión de Azúcar Moreno. Mi situación empeora día a día. Es probable que tanto revolver en el pasado me esté haciendo mal. Por hoy, como medida preventiva, voy a suspender el revisionismo y voy a concentrarme en el futuro. Ideas tengo de sobra, pero ninguna parece adaptarse a la coyuntura del país. Debo reconocer que parte de la culpa es mía… A veces me cuesta un poco ponerme las pilas con un proyecto determinado. Sin embargo, el recuerdo de ayer acerca de los perros me sugirió una idea que quizá pueda andar. Estaba pensando que, así como existen los paseadores de perros, yo podría convertirme en un “paseador de porros”, el primer paseador de porros del país.


miércoles, 2 de enero de 2013

Día 2 - Perros, perros y perros



Hoy me desperté tarareando el Himno a la Alegría. Por un momento me alegró la posibilidad de, finalmente, estar madurando, pero el dj que tengo metido en la cabeza hizo un enganche raro y de repente me descubrí cantando la canción del Tío Mario, esta vez sobre la música del Himno a la Alegría. “Yo tengo un tío, mi tío se llama Mario. Es divertido y además veterinario…”. Definitivamente, tengo un problema serio y no debería postergar por más tiempo la revisión de mi vida desde el comienzo hasta ahora. Total, ¿cuánto me puede llevar? Diez minutos, quince a lo sumo.


martes, 1 de enero de 2013

Día 1 - El Tío Mario


Hoy me desperté cantando la canción del Tío Mario. Es esa que dice: “Yo tengo un tío que se llama Mario, es divertido y es veterinario…”. No es un comienzo digno para un día ordinario; menos para el primer día de un año que, se supone, debe ser importante. Lo primero que hice fue correr a buscar mi documento. Sí, efectivamente, tengo 29 años. Entonces, ¿por qué mierda me despierto cantando esa canción de jardín de infantes? En cualquier otra época de mi vida lo hubiera dejado pasar, pero ahora siento la necesidad de encontrarle una explicación a todo lo que se presente como un sinsentido, y el Tío Mario es la madre de los sinsentidos.
Hablando de madres, la llamé a mi vieja.